Acudiendo, como casi siempre, a Juan Aranda Doncel, éste recoge en el libro “Historia de la Semana Santa de Castro del Río (1565-1900), basándose en los legajos de las Visitas Generales el Archivo del Obispado de Córdoba. “Los solemnes actos litúrgicos constituyen otro de los atractivos de la Semana Santa Castreña, los que tiene lugar el Jueves y el Viernes Santo. Cada año seis clérigos y en ocasiones doce, reçan y cantan las cuatro Pasiones de la Semana Santa en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. A finales del siglo XVI, concretamente en 1591, se entregan cuatro reales a cada uno de los seis clérigos que cantan el Psalterio”. Salterio es sinónimo de “Libro de los Salmos”, y como hemos visto, ya se rezaba éste en nuestro pueblo en el siglo XVI, pasando a ser cantado y acompañado de música en el XVII y principios del XVIII. Como hemos podido observar de las anteriores transcripciones, la interpretación de los salmos, las pasiones y otras composiciones litúrgicas, estaban a cargo exclusivamente del clero. Esta conformación continúa hasta mediados del siglo XIX, en que, con motivo de la exclaustración, al igual que ocurrió con las saetas de misión, con las saetas primitivas, esta interpretación pasó a los seglares, quienes continuaron esta tradición musical.
Precisamente sobre esta fecha – años sesenta del XIX- se constata, por alusión en las Reglas de Constitución de la Cofradía del Santo Vía-Crucis, erigida en Febrero de 1902: “Que hace más de cuarenta años vienen practicando en todos los viernes de Cuaresma y hora de su madrugada, en las mismas estaciones que nuestros padres y abuelos practicaron el santo ejercicio del Vía-Crucis... y todos con gran recogimiento y devoción, interpretando el salmo Miserere y visitando las catorce estaciones marcadas en las distintas calles de este pueblo.”
La presencia de la Música de Capilla prosiguió en nuestro pueblo en el primer tercio del siglo XX, según oí decir a veteranos músicos y cantores ya desaparecidos, que la vivieron directamente o que continuaron la tarea de sus ascendientes, teniendo una época gloriosa de los años veinte al treinta, paralela a la pujanza musical de la época (tiempos de D. Francisco Algaba Luque y D. Daniel Rodríguez Navajas).
Después, años cuarenta hasta los sesenta y algo, también se pueden señalar etapas relevantes en las que intervienieron distintas generaciones de músicos, la mayoría pertenecientes a la Banda Municipal, y de cantores, que fueron dignos intérpretes de las manifestaciones músico-vocales de nuestra Semana Santa. Había entonces número suficiente para que, por ejemplo, en la Procesión de Madrugá, se contara con dos capillas de música, una para el Nazareno y otra para la Virgen. Pero la desaparición de la banda, la emigración, el abandono y otros inconvenientes, hicieron que al igual que de forma general, Castro se despoblase musicalmente, y sólo un grupo reducido mantuvo viva con su tesón y esfuerzo -muchas veces con incomprensión y unas relaciones no muy cordiales con Hermandades - la llama de esta entrañable tradición.
Reestructurado en 1990, la actividad de nuestro Coro se refleja principalmente en el canto del Miserere y el Stabat Mater, que se suelen interpretarse en el Vía-Crucis, en los Quinarios y en las procesiones de Martes, Miércoles, Jueves y Viernes Santos. Estas composiciones, en su versiones castreñas, son de autores anónimos, que hoy se cantan a dos voces masculinas (tenores y bajos).
Considerado como el prototipo de los cantos de penitencia, su texto es la traducción latina de la Biblia Vulgata del Salmo 51, el más conocido y lleno de exquisito sentido religioso, lo que la hecho convertirse justamente en la más clásica manifestación musical y penitencial de la liturgia católica. Atribuido, como la mayoría de los salmos, al rey David, éste lo compuso en señal de arrepentimiento, después de haber seducido a Betsabé y enviar a su marido –Urías- a una peligrosa misión militar, en la que murió. El Miserere castreño se sintetiza en su primer versículo, cantado a dos voces masculinas (tenor y bajo).
Miserere mei, Deus, “ Apiádate de mí, Señor,
secundum magnam por tu infinita
misericordiam tuam.” misericordia”.
Stabat Mater es el poema sobre el dolor de la Virgen María el momento álgido de la Crucifixión, basado en el texto del Evangelio de San Juan (19, 25) “Estaba en pie, junto a la Cruz, su Madre”. La versión castreña también se sintetiza sólo en los tres primeros versos del poema:
“Stabat mater dolorosa “ Estaba la Madre dolorosa
iuxta crucem lacrimosa llorosa al pie de la Cruz
dum pendebat filius”. de la que pendía su hijo.”
Aparte de estas dos composiciones, el Coro de Capilla interviene en los Quinarios de las Hermandades de Pasión castreñas, interpretando asimismo a dos voces los siguientes cánticos: Ora en el Huerto (3 coplas), Manso Cordero (3 coplas), Señor perdona (5 coplas), Esa Cruz (3 coplas) y El Perdón (3 coplas), que son los que han quedado de un repertorio que antaño era más amplio. La instrumentación musical en Procesiones suele ser: trompeta, clarinete, saxo, flauta, trombón, tuba, acordeón, violín y en ocasiones el fagot; en los Quinarios, el órgano.
MIEMBROS ACTUALES (2008)
Cantores:
JOSÉ TORRONTERAS MADERO
JUAN PÉREZ LUQUE
FRANCISCO MORALES BASURTE
JOSÉ ELÍAS VILLATORO
JUAN PORCEL CARPIO
LORENZO PÉREZ SAN MATÍAS
LUIS MADERO LEÓN
TOMÁS DONCEL ALAMILLO
JUAN URBANO DÍAZ
ANTONIO ÁNGEL ERENCIA ALGABA
ANTONIO HERENCIA MARTÍN
ANTONIO CRIADO TRENAS
PEDRO CARACUEL CORDOBÉS
JUAN JURADO CARPIO
JUAN PINILLOS CRIADO
RAFAEL VERA CÍVICO
FRANCISCO CARPIO CARRILLO
FRANCISCO SÁNCHEZ GARCÍA
NOCOLÁS LOZANO CARRETERO.
MÚSICOS:
JOSÉ HERENCIA CARRETERO
Cristóbal Reyes MÁRMOL
JOSÉ MURIEL BRAVO
MIGUEL MORALES MERINO
JOSÉ ANTONIO ELÍAS ROLDÁN
JUAN M. ALGABA CARRETERO
MIGUEL ÁNGEL MILLÁN LÓPEZ
PEDRO GRANADOS MILLÁN
JUAN DE LA ROSA JIMÉNEZ
FRANCISCO PRADOS HIDALGO
JOSE ANTONIO PEÑARROJA TORRES
FRANCISCA LOZANO CARRETERO
EVA MILLÁN GARCÍA
ROSA MILLÁN LÓPEZ
MARÍA DOLORES ELÍAS ROLDÁN
JUAN FRANCISCO MERINO HERENCIA.
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Director Musical:
JOSÉ ANTONIO ELÍAS ROLDÁN
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Miembro de Honor:
Rvdo. D. JOSÉ PRIEGO LEÓN
Foto más reciente: Salida de la Madrugá de este año 2008, enviada por Francisco Javier Sobrino
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