Agustina Cívico nos manda esta foto antiquísima de su tatarabuela. Su nombre era María Agustina Cañasveras García, y nos comenta que por ella, su abuela y ella misma, se llaman así. Por lo que le ha transmitido su abuela era conocida como María Agustina la Vía Sacra, porque parece ser que cantaba los pregones de la Vía Sacra, como se sigue realizando hoy en día.
Agustina también nos comenta que no sabe que papel jugaría en la Semana Santa de esa época (su relación con el Coro de Capilla, etc.), pero lo que si nos dice es que era una mujer adelantada a su tiempo, pues siendo de una familia humilde, vinculada al medio rural, donde lo importante era el trabajo diario para sobrevivir, sabía leer y escribir, por lo que supone que tendría una hojas o un libreto con letras escritas sobre la Semana Santa, pero claro, cualquiera sabe donde andan.
Agustina también nos dice que seguirá indagando, y pregunta que si alguien de este Coro conocía de su existencia y si puede aportar más datos. Dicho queda.
Yo como mero comunicador cuelgo la foto, y espero que entre todos obtengamos más datos sobre María Agustina la Vía Sacra, pues todo lo que tenga que ver con saber más sobre las tradiciones músicovocales de Castro, y de su Semana Santa en particular, son una de las principales razones de ser de este blog.
Miserere… Prototipo de los cantos de penitencia. La más clásica manifestación musical de la liturgia católica. Mensaje de arrepentimiento, de súplica, de misericordia… “diciendo en voz baja y sepulcral, pero con una desgarrada expresión de dolor, el primer versículo del Salmo de David: Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordian team”…, como con emoción narraba Bécquer en una de sus Leyendas, plena de fuerza plástica.
Nuestro Miserere, síntesis de esa expresión, surge vehemente en la mayoría de los actos de la Semana Santa Castreña; pero su canto se hace más profundo y emotivo en la noche del Miércoles Santo, cuando rendimos homenaje a nuestros difuntos allá arriba, en la silente morada del camposanto, donde descansan y nos esperan. Reminiscencia de una antigua costumbre de acompañar en toda su estación de penitencia al Cristo de la Buena Muerte en su entonces llamada Procesión del Silencio, en la que, prohibidos pregones y saetas, sólo se rompía su sobrecogedor mutismo con el rezo del Padrenuestro por los cofrades, el lúgubre doblar de las campanas y los estremecedores ecos del Miserere.
Diversas circunstancias interrumpieron la costumbre. Y a iniciativa de Cristóbal Rojano se recupera parcialmente en aquellos años de renovación de nuestro coro. La instantánea que aquí se reproduce recoge precisamente una de nuestras primeras subidas al cementerio en esta nueva etapa. El día 29 de marzo de 1994 (Martes Santo) fallece el Rvdo. D. Rafael Bravo Carpio, sacerdote castreño que ejerció su ministerio casi siempre en su pueblo a lo largo de cuarenta años y con el que la mayoría de los entonces componentes del Coro de Capilla habían tenido buenas relaciones de amistad y feligresía. Su entierro fue en la tarde del día siguiente (Miércoles Santo) y a la noche, recién inhumado su cuerpo, elevamos nuestra oración ante su tumba, cantando el Miserere por el eterno descanso de su alma.
Hace ya mucho tiempo –aunque hablar de tiempo siempre es relativo, y más hablando de tradiciones, como es el tema que nos ocupa- yo comencé a dar clases de trompeta en el Conservatorio Superior de Música de Córdoba. Pasaron un par de años, y casi estuve a punto de salir en el año 91 en la Aurora; iba a los ensayos, pero no estaba muy seguro todavía, así que salí solo como joven cantor ese diciembre. Un mes y pico después surgió lo que sería el renacimiento de la sangre nueva de los músicos en este Coro de Capilla. A instancias de Juan Pérez (que creo que era ese año Hermano Mayor del Nazareno), se compraron un par de clarinetes y una trompeta (no sé de donde salió el dinero, la verdad sea dicha), para que el mermado grupo de músicos por aquel entonces tuviera más fuerza. Ahora había que buscar a quien quisiera tocarlos. De entre la Tuna de Castro, Juan reclutó a Miguel Millán, el Horny y a Juan Manuel Algaba el Guindi para los clarinetes, y a Castillo como trompeta. Se trajo un profesor de clarinete de Bujalance (cuando me recordéis el dato de su nombre lo incorporo) y empezamos a ensayar nuestras emblemáticas piezas, el Miserere y el Stabat Mater en el piso de la Tuna, sito hoy en la plaza Castilla del Pino, que era comúnmente llamado los pisos de los maestros, los domingos por la tarde. A mi se me encargó, ya que sabía algo, enseñar a tocar la trompeta a Castillo, cosa que resultó imposible, pues yo no sabía, ni sabría hoy, enseñar a nadie a tocar dicho instrumento. Solo conseguí que hiciera la escala. Y ya fue bastante. Por otro lado los clarinetes si que avanzaron, y consiguieron en un tiempo record aprender a tocar el clarinete e interpretar las piezas aludidas. Tuvimos pues la suerte de juntarnos Juanma, Miguel y yo en ese piso cutre, con la sana intención de tocar en las procesiones de ese año 92, lazo que nos unió en una amistad que aún dura. También se unieron ese año Pedro Millán, que ya sabía tocar el clarinete, el acordeón de Andrés Garrido (q.e.p.d.) y los violines que venían de Córdoba, los hermanos Cáceres Clavero (he mirado el dato en los archivos de mi padre porque no me acuerdo de sus nombres). Fuimos el eslabón entre la antigua generación de músicos, José HerenciaPepe Guardilla, Cristobal Reyes y el refuerzo de Pepe Muriel en Semana Santa, con la renovación que se produciría en los años siguientes, con Pedro Granados, José Antonio Elías, Juan de la Rosa, Paco Prados, José Antonio Peñarroja hasta la más reciente incorporación de nuestras compañeras Rosa Millán, Eva Millán, Paqui Lozano y Loles Elías.
He encontrado estas fotos en el baúl de los recuerdos. Tengo los negativos, pero del primer año solo he conseguido una muy oscura (las cosas de revelar en casa) que se nos ve a Miguel y a mí sorteando velas –cosa muy tradicional en nuestro Coro-. Del año siguiente tengo algunas más claras, las que os pongo a continuación, que son del Jueves Santo de 1993 (8 de Marzo).
Nuestro debut creo que fue en el Vía Crucis de ese año, aunque la memoria me falla ahora mismo. Hablo lógicamente de lo que sé, de los músicos que tocamos en la calle. De los Quinarios y Misas de Regla (a las que acudíamos al principio) no puedo aportar nada, al ser nuestra participación esporádica. Pero aún recordamos esos ensayos en los que Pepe Portillo, Cristóbal Rojano, Juan Doncelel Sacristán y José Torronteras Pepe el Acorazao enseñaban a las voces nuevas las canciones de los Quinarios, y las peleas que tenían entre ellos. Como decía mi padre en la anterior entrada, eran unos niños grandes, dicho esto con el recuerdo entrañable que tenemos de los que hicieron posible, no cerrándose en banda y ayudando a conservar el Coro. ¡Qué lastima no tener fotos de esos momentos! Recogimos una tradición que se estaba desmoronando, que iba a ir directamente al libro de historia de la música en nuestro pueblo, con apenas voces y músicos, y la revitalizamos entre todos, gozando de buena salud en la actualidad.
Esperemos que siga así.
Jueves Santo 92, el primer año.
Los pitos.
Músicos en aquel momento: Pepe Muriel, Cristobal Reyes,
Pepe Guardilla, Andrés Garrido, Juanma, Miguel y yo.
En las voces vemos a Lorenzo Pérez, Paco Morales, Juan Pérez,
Tomás Doncel, Luis Madero y Pepe Portillo.