Por Paco Morales
Miserere… Prototipo de los cantos de penitencia. La más clásica manifestación musical de la liturgia católica. Mensaje de arrepentimiento, de súplica, de misericordia… “diciendo en voz baja y sepulcral, pero con una desgarrada expresión de dolor, el primer versículo del Salmo de David: Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordian team”…, como con emoción narraba Bécquer en una de sus Leyendas, plena de fuerza plástica.
Nuestro Miserere, síntesis de esa expresión, surge vehemente en la mayoría de los actos de la Semana Santa Castreña; pero su canto se hace más profundo y emotivo en la noche del Miércoles Santo, cuando rendimos homenaje a nuestros difuntos allá arriba, en la silente morada del camposanto, donde descansan y nos esperan. Reminiscencia de una antigua costumbre de acompañar en toda su estación de penitencia al Cristo de la Buena Muerte en su entonces llamada Procesión del Silencio, en la que, prohibidos pregones y saetas, sólo se rompía su sobrecogedor mutismo con el rezo del Padrenuestro por los cofrades, el lúgubre doblar de las campanas y los estremecedores ecos del Miserere.
Diversas circunstancias interrumpieron la costumbre. Y a iniciativa de Cristóbal Rojano se recupera parcialmente en aquellos años de renovación de nuestro coro. La instantánea que aquí se reproduce recoge precisamente una de nuestras primeras subidas al cementerio en esta nueva etapa. El día 29 de marzo de 1994 (Martes Santo) fallece el Rvdo. D. Rafael Bravo Carpio, sacerdote castreño que ejerció su ministerio casi siempre en su pueblo a lo largo de cuarenta años y con el que la mayoría de los entonces componentes del Coro de Capilla habían tenido buenas relaciones de amistad y feligresía. Su entierro fue en la tarde del día siguiente (Miércoles Santo) y a la noche, recién inhumado su cuerpo, elevamos nuestra oración ante su tumba, cantando el Miserere por el eterno descanso de su alma.
Nuestro Miserere, síntesis de esa expresión, surge vehemente en la mayoría de los actos de la Semana Santa Castreña; pero su canto se hace más profundo y emotivo en la noche del Miércoles Santo, cuando rendimos homenaje a nuestros difuntos allá arriba, en la silente morada del camposanto, donde descansan y nos esperan. Reminiscencia de una antigua costumbre de acompañar en toda su estación de penitencia al Cristo de la Buena Muerte en su entonces llamada Procesión del Silencio, en la que, prohibidos pregones y saetas, sólo se rompía su sobrecogedor mutismo con el rezo del Padrenuestro por los cofrades, el lúgubre doblar de las campanas y los estremecedores ecos del Miserere.
Diversas circunstancias interrumpieron la costumbre. Y a iniciativa de Cristóbal Rojano se recupera parcialmente en aquellos años de renovación de nuestro coro. La instantánea que aquí se reproduce recoge precisamente una de nuestras primeras subidas al cementerio en esta nueva etapa. El día 29 de marzo de 1994 (Martes Santo) fallece el Rvdo. D. Rafael Bravo Carpio, sacerdote castreño que ejerció su ministerio casi siempre en su pueblo a lo largo de cuarenta años y con el que la mayoría de los entonces componentes del Coro de Capilla habían tenido buenas relaciones de amistad y feligresía. Su entierro fue en la tarde del día siguiente (Miércoles Santo) y a la noche, recién inhumado su cuerpo, elevamos nuestra oración ante su tumba, cantando el Miserere por el eterno descanso de su alma.
5 comentarios:
me parecio un acto muy bonito
un saludo
Gracias Paco, por recordar este miserere, del que no tenía constancia, ya que en esa fecha todavía formaba parte de los tambores que tan significativamente acompañan al Cristo de la Buena Muerte en la nocche del Miercoles Santo y seguramente no cantaba este miserere. Un saludo.
La verdad es que tuvo que ser un miserere con una carga de emotividad extraordinaria. Indudablemente, actuaciones de este tipo son las que nos hace sentir cada día más orgullosos de pertenecer a este nuestro Coro de Capilla. Un saludo.
Pues yo lo que recuerdo es a Pepe el acorazao con ¡una linterna! guiándonos los pasos por el camposanto a oscuras.
¡Ah! Se me ha olvidado comentar que se perdió la costumbre (no sé si era antigua, moderna o como) de ir a tocar el Miserere al Cementerio el día de los Difuntos.
Podría reconsiderarse esa posibilidad.
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